dilluns, 21 de febrer del 2011

Una Vía Conectora para las necesidades reales

La divulgación del contenido del proyecto del segundo cinturón de Palma, llamado ahora Vía Conectora, ha dejado indiferentes a pocos. La prueba está en que durante las dos semanas transcurridas desde que se conocieran las intenciones iniciales del Consell de Mallorca sobre el nuevo enlace, se han sucedido las reacciones políticas y sociales y han comenzado a estructurarse colectivos para fijar su posición sobre la cuestión.
De entrada, la iniciativa es ambiciosa. Resulta dudoso que llegue a consolidarse en los términos iniciales porque ya se han oído los primeros desmarques políticos, algunas intenciones de cambio del proyecto y protestas sociales. Pero la propuesta actual sigue siendo la de invertir 157 millones de euros en un tramo de 15 kilómetros con cuatro carriles entre Coll d´en Rebassa y el polígono de Can Valero. La operación comportaría tres años de intensos trabajos, el soterramiento de buena parte del Camí dels Reis y la construcción de 14 nuevos puentes de distinta envergadura y nivel.
Pero tan impactante iniciativa parece tener impedimentos serios y razonados para poder prosperar. Por varios motivos. Porque la Vía Conectora concebida por el Consell resulta desproporcionada con el territorio y la población a la que afectará y porque ya se vislumbran las primeras medidas correctoras. El mismo Consell plantea ahora la modificación del enlace trazado de entrada entre los ejes de Inca y Sóller y, mientras el Gob anuncia su intención de acudir a los tribunales si no cambian las cosas, el ayuntamiento de Palma exige un nuevo diseño que vea la luz pública con acuñación de pacto con los vecinos.
Otra vez se han precipitado las cosas o, lo que es lo mismo, se ha sacado el proyecto de Vía Conectora a la calle antes de que estuviera suficientemente maduro, lo cual no deja de ser un error y una falta de prudencia sobre todo si se tiene en cuenta lo ocurrido en lugares tan próximos, en el espacio y el tiempo y dentro del mismo extrarradio de la gran ciudad, como la Platja de Palma.
Pero, aun con proyectos inmaduros y por tanto a la espera de propuestas solventes, de lo que se trata es de saber si la periferia palmesana requiere nuevas vías y en todo caso las condiciones que deben reunir éstas. Todos los mallorquines que se han acercado a la ciudad en coche han tenido ocasión de comprobar y padecer el colapso que afecta a determinados puntos de entrada y salida de Palma en horas punta. La concentración de población y servicios en la principal urbe de la isla propicia esta situación y estas dificultades patentes que se han visto incrementadas en los últimos tiempos por la creación del hospital de Son Espases. La realidad es tal como se presenta y las cosas y los edificios, por error, acierto o conveniencia, están en el lugar en que se hallan.

Resulta evidente que la circulación rodada en la periferia palmesana necesita medidas correctoras y de soporte a la fluidez y seguridad del tráfico con cierta urgencia, lo cual no implica, ni mucho menos, que deba hacerse con la proporción de Vía Conectora concebida por el Consell, porque se antoja desproporcionada y hasta de dimensiones continentales y por tanto difícil de ensamblar en un territorio insular. Un segundo cinturón de cuatro carriles y 15 kilómetros con 14 puentes implica una inversión económica y un consumo de territorio que Mallorca no está en condiciones de asumir y que probablemente no necesita aún teniendo en cuenta el culto y la primacía de la que goza el vehículo privado en esta tierra.
El extrarradio de Palma requiere una vía segura y proporcionada en función de la movilidad real y un proyecto que, de paso, no puede desatender los intereses y los derechos de los vecinos afectados por la nueva ruta. Las prisas de última hora y la falta de estudios previos imprescindibles en el momento de dar a conocer la dimensión de la Vía Conectora no han llevado ni llevan a sitio alguno. Por eso ahora se debe rectificar lo que apenas se ha iniciado. El asfalto en altura no puede incorporarse al paisaje de Mallorca, precisamente junto al aeropuerto, la gran puerta exclusiva de entrada a la isla de los consumidores de la principal, por no decir única, industria de esta Comunidad.
El segundo cinturón de Palma que llegue a tomar cuerpo definitivo –en cualquier caso deberá ser en proporción menor a la actual – no puede contemplarse como un elemento unitario. Debe formar parte de una concepción integral de toda la movilidad en el conjunto del limitado territorio insular y debe contemplar la necesidad de un transporte público moderno y por tanto atractivo y eficaz para sus usuarios, dentro de una isla que, a pesar de todo, se vuelve un poco más metropolitana cada día. Estas condiciones no se cumplen ahora mismo. Pero aún se está a tiempo de reconducir las cosas con sensatez.

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