dimecres, 9 de febrer del 2011

Opinió de Llorenç Riera ( Diari de Mallorca)

Los efectos previos de la vía conectora

Los vecinos han comenzado a organizarse en contra del segundo cinturón de Palma. Lo consideran desproporcionado y alegan que atenta contra demasiados bienes particulares



LLORENÇ RIERA La impresión es que, en términos generales y mucho más por lo que afecta a vecinos inmediatos, el remedio puede ser bastante peor que la enfermedad. Esta es la reacción predominante entre quienes vivirán en primer término, por vecindad y expropiación, la eclosión del segundo cinturón de Palma con denominación amortiguada bajo el apelativo de vía conectora. Pero el verbo es insuficiente para ejercer en plenitud de airbag de lo que el hormigón, el asfalto y el movimiento de tierras adultera directamente sobre el paisaje. Sobre todo cuando el impacto entra directamente en casa.
A medida que va creciendo el conocimiento de las verdaderas intenciones del Consell para ensayar fluidez continental a las conexiones viarias entre Coll d´en Rebassa y el polígono de Can Valero, los vecinos y colectivos sensibilizados van organizándose en contra de un segundo cinturón que ya ha adquirido dimensiones de proyecto sólido y materialización virtual. Son 15 kilómetros que pueden acabar transformando muchas cosas más que las del recorrido afectado y cuyas consecuencias no se pueden saldar con los 15 millones previstos para indemnizar a los expropiados. Hay cosas de tasación prácticamente imposible, como la casa de toda la vida, porque los sentimientos y el apego no tienen precio. Este periódico recoge hoy el testimonio reiterado de quienes no están dispuestos a renunciar a lo más propio y privado, en aras a una nueva ruta de comunicación, solvente sobre el papel, pero cuya utilidad práctica también cuestionan. Y porque comporta el amurallado de nuevos conceptos de un urbanismo que se suponía más humano y compatible con el territorio insular y la densidad de población que puede admitir el espacio disponible.

Rotondas en altura, soterramiento del Camí dels Reis, viales complementarios en busca de una familiaridad forzada en calzador, accesos artificiales... ¿De veras necesita eso la relación estable entre Palma y la Part Forana? La pregunta no puede responderse desde una sola vertiente porque su resultado implica decantarse por un concepto de movilidad concreto y por manifestar preferencias entre el transporte público y el privado. También por la planificación y la coordinación de todas las infraestructuras y actividades publicas de una Mallorca en la que todo acaba estando interrelacionado y en la que nadie desconoce a nadie.
Después de todo lo que se ha andado en las inmediaciones de Son Espases, sorprende que la Vía Conectora llegue patrocinada por un Consell bajo la etiqueta de gestión de progreso. La creatividad y la originalidad no tienen por qué estar limitados en un espacio acotado por el mar. Otra cosa es que anden huérfanos de autor. También puede argumentarse que todo es fruto de Son Espases. Surgen y se acentuarán las protestas en contra de un segundo cinturón que se implanta en la periferia de las clases trabajadoras y ahora también en paro, del mismo que se seguirá contestando cualquier infraestructura de considerable calado que surja en Mallorca porque la isla ya no da para más y cualquier paso comporta adentrarse en la casa y la sensibilidad del vecino. Es la penitencia sin remisión de haber buscado un pan inmediato que se ha vuelto hambre del mañana. Ahora llega el turno de la indigesta de una vía conectora que puede enlazar edificios y lugares pero que, paradójicamente, provoca ya embotellamientos entre instituciones y particulares.


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